"Te quiero con lúpulo y cebada"

Yo culpo al invierno. Me declaro en estado climático de sitio. Tal vez sea yo, pero la incomunicación humana se acentúa en invierno. Sí. Lo poco que puedo percibir así lo indica. ¡Todo, todo ocurre en invierno! Ah, pero SÓLO todo lo malo...

Y lo feo.
Y lo absurdo.
Y lo incómodo.

Fórmula del arrepentimiento = Lo malo + lo feo + lo absurdo + lo incómodo. ¡Merezco un Nobel!

Es increíble cuán incapaces (y empiezo a creer que voluntariamente) podemos comportarnos cuando de sintonizar una frecuencia mutua y retro-alimentarnos se trata. Lo sé, sonó demasiado intento de Martha Hildebrandt, pero digo yo, ¿qué cuernos nos cuesta ser francos verbalmente? Ok, si la franqueza verbal es demasiado pedir, existe tooooooodo un universo de lenguaje no verbal que yo estaría MÁS que dispuesto a explorar. Sí que sí.

Sin embargo, mi enemigo hoy es la comunicación que involucra tecnología de tercera generación (y ni tanto, eh). Sucede que el día de hoy, como muchos otros días de invierno últimamente, me encontraba algo feeling y low-profile, encerrado en mi cuarto colgado con alguuuna balada del montón (ejem, ejem... ¿Alguien dijo "Madness" del nuevo disco de Alanis Morissette, "Flavors of Entanglement"?) cuando de pronto miré la pantalla sin iluminación de mi móvil y mi dedo pulgar DESPERTÓ y tentadísimo a teclear mensajes de texto peor que oficinista insomne a punto de cumplírsele el deadline. Y, como en toda historia digna de mención, existe este "alguien". Este alguien que A VECES tiene el pulgar más interactivo de las compañías telefónicas y A VECES NO. Este alguien que A VECES te responde los mensajes del MSN como si hubiese llevado cursos de taquigrafía mientras aprendía a leer Coquito y A VECES NO. Y mi pulgar necesitaba comunicarse con el pulgar de ese "alguien".

Y de pronto, los sms empezaron a ir y venir. A-S-Í: IR (o sea, yo mandaba uno) Y VENIR (o sea, yo recibía uno). "VIVA LA RECIPROCIDAD" pensé yo. Empecé a animarme. "Hola, ¿qué tal? ¿Qué haciendo? ¿Juergues o no Juergues?", "No, nada, todo tranqui, ¿y tú?", "Ando feeling, alucina... Pero maleado", "Yo también, ¿puedes creerlo? Quiero flaco", "Apla, ¿estamos?", "Jajaja, sabía que dirías eso... Yo soy muy exigente, en realidad, no sé... ¿Estás dispuesto a amarme, protegerme y respetarme?". Eso era el Wimbledon de los mensajes de texto, estoy seguro. Y yo llevaba, por momentos, las de campeonar. Ahora, los mensajes de texto son de lo más engañosos, eh. Se requiere mucho tino y juicio para escribirlos y, sobre todo, leerlos e INTERPRETARLOS. Y ése siempre ha sido para mí un punto en contra. Soy de los que van precavidos en la lectura, de puntitas, paso a paso, descalzos con las Converse en la mano. Casi siempre prefiero no dar más crédito de lo que un judío daría a Nuestro Señor Jesús, aunque en el fondo, soy fácil de embaucar por las traicioneras alas de todo lo que un "possibly maybe" encierra.

Eeeeen fin, to make a long story short (o sea, que voy a resumir) no, no campeoné. Ni en tenis, ni en automovolismo, ni en hípica y ni en ¡NADA! Se cometieron algunas faltas. Algunos golpes bajos que todo reglamento debería sancionar.

Hoy yo dije "te quiero con limón y sal" y me contestaron "te quiero con lúpulo y cebada" y yo digo NO ES JUSTO.

No que no.

Gon. T. aka Pai Mei

Para documentar audiovisualmente mi descalificación deportiva, dejo constancia de lo hoy ocurrido pero en las voces de personas que lo dicen más bonito:

Julieta Venegas - Limón y Sal (Mtv Unplugged):



Björk - Possibly Maybe (Post):